¡En la China deberían nacer con zapatos deportivos!
Por Ricardo Cortés
- ¿Tus padres te comparan con otros chicos? Mis cuatro estudiantes, todos de diez a once años, callaron por un instante. Los confrontaba un dilema. Yo había hecho esta pregunta en un tono neutral, aún cuando sabía que era un tema difícil de discutir. Por un lado, su profesor, una figura de autoridad, les estaba haciendo una pregunta que deberían responder, y con la verdad. Por otro lado, todos sus padres estaban sentados justo al lado nuestro, escuchando cada palabra que salía desus bocas, como es común en China. -Sí, sí... Sus respuestas comenzaron a fluir lentamente.
Luego comenzaron las preguntas difíciles. - ¿Qué les dicen sus padres? Observé cómo Ralph, el estudiante con mayor fluidez en inglés, tartamudeaba sin saber qué decir, con demasiada pena para mirar a suspadres, el color de su rostro tornándose de rosa en rojo. Me reclinésobre el respaldar de la silla, observando, esperando pacientemente. Consideré importante dejar que la tensión en la sala escalara a un nivel algo incómodo. Esta no era sólo una clase de inglés. -Yo… yo… yono sé. Ralph masculló. Yo proseguí con, - ¿Cómo te hace sentir? Finalmente él tuvo el coraje de decir, -Triste… enojado y perturbado. Los demás rápidamente lo apoyaron. Jason elaboró, - Cada niño es más inteligente, más apuesto que yo... Sé que tengo mis cosas malas pero también tengo buenas. Melvin entró en la conversación, - Siento que todos los demás son mejores que yo...
Ese fue el momento que estaba esperando para hacer mi última pregunta a estos niños, quienes esa noche habían llegado a clase asumiendo quesería igual a las del colegio. Pregunté, - ¿Alguna vez les han dicho asus padres cómo se sienten cuando ellos los comparan con los demás? Silencio. Luego tímidamente…– No… No… No. – Respondieron. - ¿Por qué? – Pregunté yo. Ralph se acercó, lenta y silenciosamente para susurrar, - No tengo el valor.
En ese momento me di cuenta de que había diseñado esta clase no sólo para los estudiantes, sino también para sus padres. Estos padres sienten gran amor y apreciación por sus hijos, y quieren asegurarse de que estos tengan un futuro mejor del que ellos tuvieron. Sin embargo, su definición de un futuro mejor es el éxito material, económico, el cual ellos asumen los llevará a la felicidad, no importa de qué forma lo obtengan.
Ricardo Cortés es profesor y mentor de jóvenes en Shenzhen, China. Ha diseñado y enseña un curso de inglés cuyo contenido aborda temas prácticos para la vida, en especial las relaciones interpersonales, la autoestima y la motivación personal. Formado en la Universidad de Yale, en Estados Unidos, Ricardo trabaja para empoderar a jóvenes a vivir felices tomando sus propias decisiones.
1 noviembre 2013
Días después, en otra clase…
-Norah, ¿Cómo te sientes hoy? Le pregunté a mi joven y diminuta estudiante.
– ¡Me siento muy feliz!
- ¿Por qué?
–Porque hoy jugué con mis amigos.
– ¿De veras, cuándo?
-Hoy antes de la cena, a las cinco.
-¿Jugarás de nuevo mañana?
-No, mañana no puedo. Tengo mucha tarea qué hacer.
-¿Qué opinas de la tarea?
-La odio.
Esta conversación, aparentemente normal, tenía un trasfondo preocupante. A Norah se le había permitido jugar con sus amigos una
hora el sábado. El domingo no podría jugar. ¡Qué cultura de trabajo excesivo! Pensé. Aquí la meta de ser exitoso en el mundo aturde
cualquier oído que podría llegar a escuchar las ansiedades de tantos corazones a los cuales se les ha robado el gozo de la infancia. Mis
pocas observaciones sugerían que aquí a los estudiantes no se les pregunta; se les ordena. Las mentes no se expresan; se rellenan. Le
pregunté a una de las madres si considera importante que su hijo sea feliz mientras aprende. Ella respondió –Antes, dejaba que Johnny estudiara lo que quisiera, pero luego, todos los otros padres comenzaron a presionar a sus hijos a estudiar muy duro. Tengo miedo de que si no hago a Johnny estudiar así, lo van a dejar atrás los demás.
¿Atrás en qué sentido? Pensé. ¿En cumplir una meta que no se cuestiona, diseñada para el niño antes de nacer? ¿Adónde estamos llevando, o mejor, arrastrando a nuestros hijos? ¿El llenar sus cabezas de datos será acaso más importante que dejarlos ser ellos mismos, y de paso descubrir lo que los hace feliz, lo que los guiará a una vida de realización personal y éxito espiritual? Es fácil ver cómo está configurado su sistema. Toda escuela promueve la competencia entre estudiantes. Cada universidad prosigue este comportamiento, y luego, cada compañía. Este sistema está construido de tal manera que tomaría mucho tiempo reconstruirlo para que sirva no solamente los intereses mentales y materiales de su sociedad, sino también los emocionales. Todo lo que podemos hacer en este momento es tratar de darle voz a los sentimientos de angustia y frustración de los niños chinos, para que los oigan aquéllos que los promueven. Anoche, el lamento de Ralph fue oído y apoyado por muchos más como él, niños buscando la oportunidad de ser niños.

La carrera comienza cuando el parto termina.
Es interesante ver cómo dos generaciones tienen un concepto tan diferente del éxito. Personalmente, yo veo el éxito como la harmonía entre cuerpo, mente y espíritu. Mi esperanza es que por medio de los esfuerzos de una nueva generación de profesores, podamos expandir la perspectiva de lo que significa ser exitoso en la vida, y darle a ver a los padres de hoy que el dinero puede garantizar un futuro estable, pero la felicidad se construye con base en la experiencia y se revive con los recuerdos. Por eso es importante dejar que los niños vivan y recuerden experiencias gratas de la infancia, para que al trabajar duro, sepan para qué fin lo están haciendo. Si el objetivo de la vida fuera competir con los demás para ganar el primer puesto, los niños nacerían con zapatos deportivos, o con calculadoras o armas. Sin embargo, nacemos con pies, brazos, sonrisas y sentimientos que nos invitan a jugar con los demás, o a escalar o a cabalgar pero no solo a
correr o a trabajar. Espero que con esta llamada de atención, los padres de mis estudiantes al menos los dejen jugar el domingo que viene.